Revista Realismo Psíquico nº 6

21.06.2020

REVISTA DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS REALISMO PSÍQUICO

Si es posible el poema, es posible la vida

REALISMO PSÍQUICO

6

Febrero 2020

Revista de Poesía y Psicoanálisis


"Recordando a Dalí" de Miguel Oscar Menassa. Óleo sobre lienzo, 60x60 cm

Dirección, Redacción, Correspondencia, Canje y Difusión POETAS DESPIERTOS

91 758 19 40

actividades@grupocero.info


ESPAÑA POR FIN ES MI PAÍS MADRID MI CIUDAD

El último vals

Hay un decreto ley, del 26 de agosto,

donde se me promulga para toda España ciudadano español casi nativo

casi

con todos los derechos con todos los deberes.

Oriundo de un Sur donde las cosas más que suceder se sueñan

al principio no podía creer lo que pasaba.

El señor Juez me dio la mano y me dijo: Obediencia y serenidad y obediencia.

La secretaria del Juez bailaba con las dos bellas mujeres que siempre me acompañan una danza Inca

para festejar el milagro de mi nacionalización.

Pensar que estaba otra vez delirando era prematuro y sin embargo, el Juez, detuvo la danza para pedirme

800 pesetas prestadas

para unos sellos en mi trámite y, luego, todavía,

las tres mujeres se mataban unas a otras

para poder besar los labios del Juez.

Mis mujeres hembras de luz mataron a la secretaria

y la archivaron

entre las personas que no habían nacido

y alternativamente besaban y mordían los labios del Juez.

Después bajaron corriendo las escaleras

gritando:

Somos la nueva España.

Somos la nueva España.

Saludaron al policía de la puerta

con un movimiento a dúo de caderas y escaparon por la calle

ciegas

plenas de libertad.

Yo trataba

de explicarle al Juez que en mi trabajo habíamos descubierto

que ciertos procesos interiores se parecen

a ciertos procesos exteriores y, entonces, expliqué:

Yo quería ser español y, ahora, lo soy. Se da cuenta lo que le quiero transmitir.

Cuando las fantasías se hacen realidad es cuando, a veces, se parte el corazón.

Comprendo, dijo el Juez,

usted quiere morir entre mis brazos como mueren los pájaros sedientos como mueren los hombres desesperados los hombres que como usted

lo han conseguido todo.

¡Defínase! Menassa. Olvide su pasado.

Ahora, usted, es español serénese,

escuche cómo su corazón late alborozado

de tener una nueva Patria a quien deberse.

Espere, señor Juez,

la mili no la puedo hacer. Tengo cuarenta y dos años y seis hijos

y siete mil pensamientos girando todo el tiempo en mi cabeza

y trabajo de médico todo el día

y pinto algún cuadrito y escribo

algún poema miserable y hago el amor

con esas dos fieras que, usted,

alucinó hace un instante.

¿Vio cómo se prendían de sus labios, como bocas abiertas de libertad?


Así voy por la vida:

hablando del camino después de recorrerlo. Así voy por la vida como si no existiesen ni mapas ni países sino sólo mis versos.

El Juez sonriente por haber entendido me concedió

la Gracia de ser dos. Y así voy por la vida con el alma partida en dos volcanes.

Viven en mí

como dos amplias mujeres en los días de gloria

un corazón de plata donde la imagen persistente de un río dulce y marítimo golpea una ciudad

abierta a todos los idiomas a todos los males.

Y un corazón de sol donde la imagen persistente de la luz cósmica y sonora revive

en la ciudad donde vivo recuerdos

de otras ciudades en tiempos de paz.

Y cada mañana con la luz

me voy alejando de la muerte.

Y así voy por la vida ambicionando poder además de mi madre una mujer.

Y así voy por la vida ambicionando poder alimentar pasiones tan diversas.

Al mismo tiempo

un corazón de plata mi vieja Buenos Aires

siempre a punto de morir

o de recordar alguna muerte.

Y un corazón de sol mi pequeña Madrid que estoy haciendo siempre

a punto de olvidarse de todos sus muertos

siempre a punto de nacer.

Comprende señor Juez por qué habré de pagar todos mis impuestos.

Porque en mi alma ciudades y mujeres se pasean libremente en cualquier dirección sin ponerse, nunca,

de acuerdo para nada. Viajan por el espacio alado de mi voz,

una detrás de la otra

o todas al mismo tiempo.

Comprende señor Juez por qué habré de pagar todos mis impuestos.

Ciudades y mujeres y ciudades y mujeres bailando frenéticamente en mí tratando

de ser reconocidas cada una a su tiempo

o todas a la vez.

Por eso

pago los impuestos.

Para que nadie

me venga a preguntar por esta oceánica soledad

partida en dos.


22 de agosto de1977

No renuncio a ser médico, porque eso fue un estudio. No renuncio a ser psicoanalista, porque eso es un trabajo.

No renuncio a ser padre, porque eso es una función. No renuncio a ser poeta, porque no puedo.

No renuncio a ser hombre, porque me gusta. Si es posible el poema es posible la vida.

El otro yo del doctor Menassa

Buscar en los libros a cierta altura de la vida, no es buscar como se debe.

¿Qué puede encontrar en un libro un hombre que ya ha pensado como su siglo?

Ferviente humanidad, la que reposa en semejantes conclusiones.

Cuando deje de preocuparme por lo que a mí me corresponde, por fin, escribiré un poema.

VOLAD VERSOS MÍOS, ID CONTRA TODO,

es un verso que, de habérmelo propuesto, lo hubiese escrito yo.

¿Qué se puede encontrar en un libro, que no esté en la vida misma?

Ser único sólo es el consuelo por el fracaso que, precisamente, implica ser único.

Leer mis escritos (sobre todo cuando ya están publica- dos), de alguna manera, también me aburre.

A los textos publicados les falta un olor, una mirada, amada y traicionera a la vez, atentando contra el escrito. Mi voz, a la palabra publicada le falta mi voz. Ese murmullo que te vuelve loca en todas las circunstancias. Cuántas veces vi explotar tu sexo entre mis signos de puntuación y te lo dije: Nena, tu amor no tiene límites, te detendré en una palabra. Locura y vértigo, ya no tengo más. Todo transcurre como si fuese necesario, inevitable, ardiente, y en ese ardor, todo lo que transcurre es poesía.

Ella, desnuda en medio de mi pecho, este siglo, se quedará a dormir conmigo.

La haré trabajar de puta y la haré subir hasta los astros.

Inventaré un oído cósmico para tu voz, doliente, de terráqueo.

Ser extranjero parece ser malo en todos los casos. "Hay golpes en la vida tan duros, yo no sé".

Estoy aquí parado, en el centro de la tierra. Allí donde la tierra tiene la sordidez de sus arrebatos.

Parado como una flor en la estación que le corresponde, canto, y mi voz es una voz entre las voces.

Vengo de la tierra, en ella los hombres se matan, toda- vía, por un pedazo de pan, por una idea. Algunos, los más puercos, se matan por dinero, por alguna mujer y para colmo, en la tierra, también tenemos que contar los muertos por la patria.

Ser más, tener más, un poco más de algo, un poco más. Hasta la mierda se colecciona este siglo en la tierra.

Llegué hasta aquí, dejando en el camino todo lo que tenía. Los caminos eran tan abruptos, que hasta mi ser me pesó y tuve que dejarlo.

Otra vez más me di cuenta de todo: una máquina en perfecto estado puede resultar descompuesta para una mirada que desconoce las claves de su funcionamiento.

El idiota todo lo rompe. Todo lo destruye, hasta es capaz de destruir su propio cuerpo, su propia razón de ser. El suicidio, seguramente, lo debe haber inventado algún idiota.

Ave de paso, pequeña codorniz de verano, no quiso ser, como si ser fuera posible para alguien.

¿A qué temo? ¿Qué tiene la noche de mí? ¿Con qué pedazo del universo temo encontrarme?

Siento en este momento una alegría malsana, allí donde malsana quiere decir incurable, definitiva. Quiero decir, una alegría original, de los orígenes.

Y sé, sin embargo, que para nadie es bueno recordar- lo.

Fui la sangrante pampa desolada. Fui una mujer, y un niño entre los brazos de una mujer, y un hombre entre sus piernas de camelia y, también, fui su abuela fugaz. Tomados de la mano, recorriendo el cielo y el infierno. Agreste paraíso el de las contradicciones. "Te temo y te deseo. Te temo más y te deseo más". Absurda paradoja la del hombre "No te temo más y ahora no te deseo más".

Abro mi corazón y en mi corazón no encuentro nada. Sólo un poco de sangre, músculos en perfecto funcionamiento y un poco de pus (esto último porque vi mori mucha gente). Vi morir personas de todos los colores. Blancos y negros, por los mismos motivos y por motivos diferentes. Vi morir por carencia y vi morir por exceso. Por la boca y también vi morir por el culo. En medio de la selva (recuerdo que un hombre, este siglo, murió en medio de la selva) y en los palacios y hasta con la cabe- za metida dentro del inodoro.

Vi morir mis propias ideas. Mis propios deseos como hombre.

Este siglo, vi morir a Dios.

Y en mi regazo, también a punto de morir, la poesía. Inutilizada por la moda. Mal vestida, para que su ser sea la fiesta que la nombra. Llena de flores y de muer- tos.

Pequeños llantos infantiles más que gritos. Pequeñas vueltas de la vida más que grandes viajes.

Más que ley humana, por ser de Ella de quien surge, pequeñas blasfemias contra los desperfectos de un sis- tema, que ya no da más.

Morir, morimos todos, y sin embargo después de tan- tos años sigo sin creer semejante evidencia.

Me digo que la vida de un hombre no puede ser tan breve.

Y, más allá que la materia viva, por sí misma, pueda dar otras vidas.

Y más allá, que la escritura rompa la cronología, quiero decir que en ella no existe el tiempo donde muere la materia viva. Y más allá aún, y teniendo en cuenta lo que del universo nos hemos animado a pronunciar (como humanos) y que precisamente en ese cosmos, partículas de mí, humano de la tierra, surcarán el espacio celeste por millones de años, que ya, como se sabe, no serán ni años, ni millones.

Que más allá de todo esto (y de otras ocurrencias que iré teniendo a lo largo de mi vida) digo que el hombre vive, hoy día, una vida breve.

Y por momentos, donde la represión de los actuales sistemas alcanza sus máximos niveles, el hombre no llega a nacer como hombre.

Puntos oscuros en nuestra vida como hombres, donde con nuestras propias acciones aniquilamos nuestras propias acciones.

A mí, la poesía me lo permite todo, y yo hago con ella lo que quiero. Quiero decir que también estas tonterías corren en mí, a cuenta de la poesía.

A veces me dejo llevar, y ella me envuelve en su torbellino.

Palabra contra palabra.

Un cuerpo a cuerpo a veces insostenible y ella, mientras tanto, en todos los casos, es infinita.

Vengo a quebrantar la última ilusión.

Entre mis brazos, ella no podrá amar a nadie. Porque nadie podrá amarla como mis brazos. Porque yo soy el que nació para que ella no muriera. Vértice de mí mismo, me sostengo en ella para sostenerla, y sin embargo ella es libre, y aún, a pesar de su libertad, sigue siendo conmigo como cuando nos encontramos la primera vez.

Anhelante de mí, deseosa de mí. Joven, siempre joven a mi lado.

Desequilibrada y hasta torpe de tanta juventud. Baila conmigo, por primera vez, una música, que seguramente bailarán los siglos venideros.

Mi vida, en tanto, se irá yendo por esa canaleta donde las palabras se juntan formulando un destino que, en la mayoría de los casos, nada tiene que ver con mi vida y, sin embargo, mi vida no podrá escapar de ese destino. Lo sé, dentro de mí hay un cerdo, dentro de ustedes, otro.

Y el que lo nombra no es menos cerdo, será un escritor, un sabio (si ustedes quieren) pero no menos cerdo. Todos quisimos alguna vez, como los cerdos, comernos en silencio todas las flores.

Todos alguna vez, nos guardamos el último cigarro para fumarlo a solas.

Todos, alguna noche, nos sentimos llamados por la muerte.

Fuimos sus esclavos, ¡tantas veces!

¡Tantas veces! nos arrodillamos para pedir perdón. Perdón, señora humanidad, pero es que usted tiene el culo tan grande, que no tocárselo, es obra de la buena fortuna, que no todos tenemos. Perdón, señora muerte, mis intenciones no provienen de ninguna injuria, sino más bien de mi deseo de criticar el uso, que se viene haciendo desde hace varios siglos, de vuestra amable persona. No quise tocar, ni siquiera rozar tangencial- mente, ni de ninguna otra manera, su supremacía, amada señora, sobre todas las cosas de la tierra, y tam- bién, mi señora, de todas las cosas del cielo.

A veces la amo, porque usted puede ser única en su multiplicidad.

Una cifra, en el sentido de lo que permanece a través de las galaxias como sentido.

Y cualquier cifra, en el sentido de que ella es la más- cara y, también, todas las posibles transformaciones de la máscara.

Un desvío, propiamente dentro del DESVÍO, puede tornar todo a la normalidad y normal, en todos los casos, es una fecha fija para morir.

Una gran hecatombe del ser siempre es una búsqueda del ser, y la poesía, de buscar, prefiere buscar otra cosa.

Bastaría por lo tanto un mínimo desvío, casi imperceptible, para que sea todo diferente. Una gran desviación siempre está más cerca de la normalidad que de la poesía.

La poesía vaga sin saber, pero sabe.

La lujuria de saber, en ella, provoca automáticamente el olvido de todo lo aprendido.

Ella siempre es joven, ella ni siquiera descubre, por- que no tiene mundo conocido para descubrir en él lo desconocido. Ella no tiene mundo. Sólo savia perenne como lo humano. Nacer y olvidarse de haber nacido, y morir para volver a nacer en otro sentido que, por humano, me hará sobrevivir en él. Y me transportará hasta donde le sea posible a los humanos habitantes de todo el universo.


EL GENOMA HUMANO

Hoy te escribo un poema y te lo digo, a mí, los cojones, no me los tocarán. Ni el amor, ni la brisa,

ni las ciencias, ni el arte,

ni el humano genoma que todo lo sabrá.

A mí, los cojones, no me los tocarán.

Ni el amor con su furia que te toca y te mata. Ni la brisa o el aire de la rancia ciudad.

Ni las ciencias ligeras, exactas y arrogantes. Ni las artes profundas de alguna humanidad. Y el genoma sapiente, del hombre nos dirá:

De los seis mil millones que habitamos la tierra humanos, debería saberse, todos por igual, tres mil millones ya están muriéndose

por la "maldita" falta de pan.

Mas al pedir explicaciones porque yo creo que sobra el pan, el mundo entero de poderosos, me respondieron con amabilidad;

que algunos mueren de sarampión, la droga mata dijo el ministro

y otros se mueren por diversión.

Los que no comen no es para tanto

un error muy pequeño en la distribución.

Y en cuanto al resto, los tres mil millones, viviendo y muriendo siempre la mitad,

el genoma supersapiente, del hombre nos dirá:

Ese medio cerebro que no podéis usar,

es la mitad del hombre que se muere por pan. Esa doble vida: la realidad, los sueños,

es del hambre de la tierra sólo la mitad.

Si sólo muriera la mitad, dice el poeta, el hombre llegaría a cierta claridad, mas lo que pasa, genoma amado,

es que la culpa nos matará.

El hombre actual

el que se muere de su mitad odia a los seres queridos

y ama la paz.

Maltrata hasta la muerte o el dolor sea mujer, amante o concubina, educa tan mal lo que produce

que envenena a los jóvenes para que nadie le robe

su puesto de trabajo, su único trabajo:

seguir matando a su mitad.

El genoma infinitamente sapiente,

al llegar a este punto, del hombre nos dirá. El hombre vive enfermo y no se curará para poder curarlo no alcanza la mitad.


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SOY EL FINO PERFUME DE UNA TIERRA PERFECTAMENTE HELADA


Y para no caer en medio de la calle esta noche

escribiré un poema de piedra. Esta noche me ofrezco para ti calcinado en dolor entrecortado de silencios.

Busco entre las palabras tu cuerpo y mis versos se llenan de tristeza. Una silenciosa tristeza moribunda. Ocre piedra maciza donde grabo con insospechada precisión

la historia de tus cuerpos: Endeble mariposa multicolor y quieta

sin alas

sin ambiciones de volar.

Canto rodado de una playa muerta playa olvidada del frenesí del mar.

Inquietante deseo

el de tu cuerpo amordazado.

Inquietante amor

el de tu sexo enterrado

bajo la quieta arena de la muerte donde el viento no volverá a pasar.

También he conocido tu cuerpo sin par abierto.

Grandes ocasiones donde todo se destruye o todo se olvida.

Tu cuerpo

pétalo frágil en mis labios.

Tu cuerpo

lleno de multitudes y borrascas.

Humana carne

de enloquecerse y de vivir tu cuerpo

carne bestial de luz

pájaro alborozado de su vuelo. Tu cuerpo en los abrazos.

Besos donde tu boca arquitectura de la magia arranca del silencio trozos

breves jirones aullidos de libertad.

25 de Abril de 1982

MONÓLOGO

ENTRE LA VACA Y EL MORIBUNDO

III

He leído nuevamente La Poesía y Yo y he decidido publicarlo.

He decidido, quiere decir, que me he encontrado en la lectura con una poesía que no pensaba estuviera ya escrita. Éste no es como ninguno de mis libros anteriores y sin embargo me vuelve a pasar lo mismo, esta vez tampoco sé si conseguiré convencer a algún contemporáneo del valor de mis versos. Un libro que está compuesto de una manera nada ortodoxa para mi manera de componer mis libros anteriores.

Poemas escritos hace 30 años, con poemas escritos ayer, para decirlo de alguna manera. En momentos muy diferentes de mi vida el poeta urdía siempre la misma trama, atado al mandato de producir este libro no prestó demasiada atención a las vicisitudes de mi vida que, por momentos resultaban contrarias a la poesía y no sólo a eso, sino también, a que se reunieran en un solo libro los poemas que iba escribiendo el poeta en tan diferentes estados de mi ánimo.

Hoy frente a mí mismo el poeta ha producido el milagro, al componer con todas esas páginas un solo libro que se llama La Poesía y Yo.

Otra de las diferencias es como si todo el libro se hubiese escrito el mismo día. Como si todo no fuese otra cosa que un instante, como si los aparentes fragmentos no fuesen sino trozos de una misma fotografía. Un hombre en los finales del siglo XX.

Un hombre alucinado, luchando (y perdiendo su pro- pia vida en esa lucha) entre ser la pureza siempre divi- na del hombre primitivo (amante de una naturaleza abierta donde todo el aire era para él, y su único amo era Dios) o ser el desperdicio de una sociedad en cre- cimiento que es lo que proponen para él, los sistemas actuales de convivencia.

No puedo sin embargo dejar de escribir que un hom- bre alucinado es un hombre que ve algo que no está exactamente pasando para todos, quiero decir un hom- bre alucinado, cuando lo dejan, es capaz de anticipar el futuro.

La ideología para vivir fue sostenida durante todo este tiempo por una sola frase:

Lo mejor para el amor, es hacerlo entre varias personas. Muhuhuhuhuhuhuhuhuhu dijo la vaca como si lo supiera.

El marco teórico con el cual yo pretendía influir al poeta durante la escritura de estos poemas, y en parte creo haberlo conseguido, estaba dado por la teoría del valor y la teoría del inconsciente, algunos conceptos de la lingüística estructural y leves nociones de ese instrumento para ayudar a imaginar que es la topología.

El poeta oponía durante todo el tiempo que duró la escritura del libro, a estas imprecisiones científicas (como él las llamaba) la vida, que en todos los casos no cabía en esa relatividad, mi propia vida que en la relación con su escritura se fue transformando hasta tal punto que llegué a creer por momentos que era yo mismo el que escribía los versos.

La vida que el poeta oponía rabiosamente a las ciencias, eran palabras, y no vanas palabras al viento juguetes de las olas, sino una vida tan material como las ciencias, porque la vida era para el poeta sus palabras escritas.

La lucha no fue a muerte, primero porque yo no soy un amante de la muerte y segundo porque el poeta traía esta vez intenciones de conversar. Para él no sé cómo habrá sido, para mí fue una conversación descomunal, sin saber, sino solamente ahora, que ciertos dolores musculares, ciertos síntomas de impotencia que antes nunca había padecido, desórdenes incalculables para mi personalidad tanto en mi economía libidinal como en mi economía política, eran productos de instantes insoportables para mi moral durante el tiempo de la conversación.

Muchas veces abandonaba al poeta a su propia suerte, y él, quedaba arrinconado y llegué a esconderle la máquina de escribir, y dejarlo varios días sin comer, o bien cuando me imploraba que volviéramos a escribir, lo mandaba a hacer el amor con las mujeres. Cuando yo volvía por esa sensación de grandeza que él siempre me ofrecía en los encuentros, sus primeras pala- bras eran siempre contra mí, me mostraba claramente en un poema la mezquindad de mi mediocridad, me lla maba dos o tres veces cobarde, y después continuábamos la conversación.

A veces en los momentos que mejor nos llevábamos intentábamos hacer el amor con una mujer. Y siempre nos salía mal.

Después de los primeros momentos donde la mujer permanecía anonadada frente a nuestra belleza inicial, comenzábamos a hacer con ella cosas diferentes imposibles de ser soportadas, como en nuestro caso, por la misma persona. Yo hacía promesas. Él insistía que la única promesa posible, era no prometer. Yo la miraba a los ojos, él prefería escuchar su voz. Ella terminaba volviéndose loca y caía enamorada en brazos de alguno de los dos según las circunstancias y según la mujer, y se quedaba a veces sin mirada, a veces sin voz. Quiero decir, nunca pudimos hacer el amor juntos con la misma mujer.

Sé que esta noche sus versos me tienen encandilado, sin embargo no termino de comprender cómo fue posible. Haber dicho esas cosas del amor, haber escrito esas palabras acerca de la muerte, proponer en definitiva una nueva manera de mirar la vida de los hombres. A veces temo ser castigado. Él no teme a nada, sólo que yo le quite el soporte de toda su grandeza, mi cuerpo tembloroso.

Él no sabe, porque todo lo hace sin saber, que mi cuerpo ya no me pertenece, o por lo menos está perdido entre sus letras. En estos momentos cuando yo acabo de confesarle lo que no pensaba confesarle, él (podríamos decir) me obliga a un nuevo y definitivo compromiso. Prestar mi nombre propio como autor de su libro, ya que los poetas no tienen nombre propio, y en estas circunstancias yo fui su amigo.

Cuando comprendo la propuesta siento halago que me corresponda, a mí mismo, ser el autor de este libro, y al mismo tiempo la duda que se me otorgue tan fácil- mente cosa tan grande, por la simpleza de haber vivido dentro de la misma piel, durante un tiempo junto con un poeta.

Pregunto rápidamente ¿con qué, si nada tengo, voy a pagar

semejante regalo?

No obtengo ninguna respuesta.

El libro ha quedado compuesto sobre mi escritorio. Vuelvo a preguntar desesperadamente y el infinito silencio que me rodea pone en cuestión en mi propio nombre, mi propia vida.

La poesía queda a salvo. Él, ha partido.

Muhuhuhuhu dijo la vaca, como queriendo decir: alguien tiene que firmar. A alguien con nombre y apellido le tienen que dar el Premio Nobel.


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